Fuerzas extrañas hacen que las personas crean en distintas cosas Dios, ovnis, leyendas regionales y monstruos mitológicos, mi escepticismo cambió con el episodio que viví en la casa de la abuela y no quiero comenzar este relato con mentiras, sin exagerar escribo en estas páginas la pura verdad. Respiro profundamente, relajo mis manos y escribo sin detenerme con la mejor letra posible.
Nunca había pensado que la tranquilidad de recostarnos con la mente cansada después de días largos de estudio, tras rendir un examen final, se vería interrumpido cruelmente por un simple acto de curiosidad, porque ahora entiendo que es mejor no saber ciertas cosas pero la curiosidad mató al gato dice el refrán y mi estúpida curiosidad de aquel momento mató mi tranquilidad y mi paz. Instado al descanso por la abuela, recostado en la hamaca paraguaya, estiraba las piernas y me deleitaba con un jugo exprimido de naranja, la abuela trabajaba amasando, varios tipos de panes de su especialidad eran típicos cada vez que la visitaba, el abuelo levantado desde temprano se encargó de los animales ya que la abuela se dispuso a cocinar como si un ejército fuera a visitarla.
Dormitando escuchaba el canto de los pájaros que me hipnotizaban, los sentía como si nunca antes los hubiera oído, era extraño, el calor sofocante no permitía que durmiese profundamente, cerré los ojos e intente relajarme, respire profundo y poco a poco fui tomando el sueño sin embargo me desperté asustado al sentir que dijeron mi nombre muy fuerte sobre mi oído izquierdo, abrí los ojos y me levanté asustado, buscando al responsable de ese tremendo momento y no había nadie en los alrededores, en la cocina se escuchaba que la abuela hablaba con el abuelo y yo seguía exaltado sin saber quién había pronunciado mi nombre. Miré entre los lapachos y nísperos y vi la casa de madera que de niño me llamaba la atención, la había visto antes, ahora me parecía más pequeña, sus tablas despintadas y gastadas por el tiempo, llenas de hongos.
Como mencioné la curiosidad, líneas más arriba, de más esta decir entré a ver qué había allí, encontré muebles viejos y aire saturado de humedad, me intereso un escritorio viejo que tenía un cajón semiabierto como si fuera que me sacara la lengua e intentara decirme algo. Dudé un instante pero metí la mano hasta el fondo y solo encontré un cuaderno de tapa rojas duras y hojas amarillentas. Todas ellas estaban escritas, ningún espacio en blanco, tomé el cuaderno y volví a la hamaca, seré fiel a mi palabra de verdad y transcribo textualmente lo que encontré en esas líneas, quien las escribió presionó, por alguna razón, tanto el lápiz que casi cortó el papel:
Pasaron tres días, dos horas y 45 minutos, no puedo cerrar los ojos y dormir tranquilo, cada vez que lo hago aparecen imágenes que me quitan todo rastro de esperanza de que esto mejorara algún día. Mi compañero de viaje no soporto más las imágenes y los sonidos y se fue lejos del campamento, lo encontré días después colgado de la rama de un jacarandá, los demás jóvenes que vinieron con el otro campamento pidieron volver a la capital antes que enloquecieran del todo. Los sueños siempre son lo mismo, se me hiela la espalda a pesar del calor insoportable de la zona, extraño soñar con mis pagos, mi gente, mi novia, como si la capacidad de soñar se me hubiese sido arrebatada, cada despertar siempre marca las 3 de la madrugada, siempre. Pasan los días y ya no quiero saber de qué se trata este nefasto quebranto que agobia mis noches y mi sueño, solo desearía volver a dormir como Dios manda, retratar la naturaleza y volver a mi pago a mi vida de siempre. Tengo el alma quebrada, pensé la posibilidad de meterme al río y terminar este suplicio, no puedo dormir más de las 3 de la mañana, todo empeora, las imágenes son cada vez más nítidas: solamente me miran sin decir nada, tres hombres, y yo paralizado y sin coraje no doy un solo paso y mi respiración es agitada, me despierto para no volver a dormirme y escribo estas líneas para tranquilizarme. Ellos me dicen “Nadie puede hablar” y así es, no emito sonido alguno mientras sueño, mi capacidad de hablar desapareció solo puedo escucharlos y empecé a verlos. Eran tres hombres que cuidaban la tierra, uno macheteaba, otro quemaba y el último era el encargado y quien controlaba y pagaba a los dos trabajadores, una tarde los tres jornaleros fueron encontrados sin vida y se supuso que los asesinaron porque les robaron el dinero que era para los trabajadores, esa muerte antes de tiempo y de manera violenta hace que sus almas no descansen ni asciendan al descanso eterno. “Nadie puede hablar” eran las palabras que resonaban en mis oídos, el miedo se apoderaba de mi por las noches, estoy solo, solo con ellos tres, en sueños caminamos hacia el denso verde y en un árbol aparecen los tres hombres colgados, sus rostros están pálidos y sus cuellos negros por las marcas de las sogas, por ese breve instante no los escuché ni les tuve miedo… Recordé los cuentos quiroguianos de amor, locura y muerte pero en esa escena reinaban la locura y la muerte. Todos los días aparecen a las tres de la madrugada, no dicen nada y yo no puedo hablar. No me dejan en paz, me quitaron la tranquilidad y el descanso, buscan paz, la paz que me arrebataron en vez de buscar justicia…
Esta es la última página del cuaderno, hasta aquí escribió el hombre que vino a esta zona del monte misionero y termino viviendo el mismísimo infierno, es probable que esté muerto a esta altura. Lo que si tiene que importarles ahora es que la misma noche que leí cuaderno, empecé a tener dificultades para dormir como nunca antes las había tenido, el reloj a las 3 de la mañana interrumpe mi sueño y todo desde que metí la mano en aquel cajón del escritorio viejo. El deseo de paz de aquellas ánimas, sus palabras resuenan ahora en mis oídos, todavía no los veo en mis sueños pero es inevitable saber que son ellos los que me despiertan, los q me susurran, no quieren justicia, jamás la consiguieron ni la conseguirán debido a la manera tan cruel que abandonaron este mundo. Comprenden ahora porque escribo esto, difícilmente dormiré como antes, solo busco dormir con un poco de paz, no quiero verlos sufrir pero tengo que intentar que ustedes también lean esas páginas del cuaderno de tapa roja si llegaron hasta acá también empezarán a creer en lo que antes no creía. Ellos aún están conmigo, si llegaron hasta aquí entenderán que fuerzas extrañas hacen que las personas crean en distintas cosas Dios, ovnis, leyendas regionales y monstruos mitológicos, y ahora fantasmas.
José Garcia