jueves, 28 de septiembre de 2017

Como dos extraños



Marisa vuelve a su casa, Camina lenta. Sus piernas le pesan  como si todos esos años de
espera y esperanza que acaban de derrumbarse hubieran depositado sus escombros en ellas.
Cuánto tiempo buscándolo, cuántas oportunidades de ser feliz truncadas por ese recuerdo. Abre la puerta y se descalza. Se acuesta en el sofá  con las piernas hacia arriba, Mete la mano en el bolsillo de su abrigo y saca ese papel que escribió hace unos años y que por suerte no le llegó a entregar a esa grotesca  copia deformada y desgastada del hombre que ocupó sus sentimientos durante .tanto tiempo.Lo lee con la intención de que esa sea la última vez que recuerde ese verano en que se amaron.           
“Tus ojos resplandecían tras las llamas. El fuego atraía nuestras miradas. Tus ojos me atraían más que el fuego. Al verte algo en mi se fue encendiendo, quemando dulcemente mi interior.
Pasión que arde como el fuego que se aviva cada noche en el fogón.  Miro el fuego y te recuerdo quemándote conmigo aquel verano de cuerpos jóvenes, ansiosos  de buscarse y encontrarse. Promesas compartidas que anunciaban un reencuentro burlando la distancia y el frío invierno que nos separarían por un tiempo....
El verano terminó y el fuego se fue con vos. Una llama escondida en mis sentidos  siguió viva. Verano tras verano te buscó en aquel lugar adonde, olvidando tus promesas, no volviste más.
Sigo buscándote, quiero encontrarte, y en cada desencuentro parte de mi alma se consume, como las hojas secas de aquel fogón.
Aún conservo una llama latente que te espera, ninguno con su amor pudo elevarla del modo en que la elevaste vos. No hubo en mi interior más veranos, sólo tibias primaveras que calmaron el frío de tu ausencia.
Ausencia cruel que se robó la alegría que era mía.
Debería odiarte, y sin embargo…”
Y sin embargo “te busqué, creyéndote mi salvación” chan chan. En su cara se dibuja una sonrisa gélida una mueca burlona por esa eterna búsqueda que terminó frente a él  “Y ahora que estoy frente a ti, parecemos ya vez  dos extraños”. Lo cierto es que apenas pudo disimular su decepción frente a ese sujeto, a ese diálogo vacío, a las evidentes mentiras que salían de su boca, Quiso salir corriendo y no pudo, cómo renunciar así nomás a ese encuentro tan añorado, quizás en algún momento apareciera una chispa de ese fuego.
Marisa se levanta, las lágrimas se deslizan por sus mejillas, se dirige al bar, todavía queda media botella del coñac que le regaló a Ernesto, su última pareja. Pobre Ernesto nunca logró que lo acompañara con una copa  en ese momento que tanto disfrutaba al llegar del estudio. Pero ahora la necesitaba. Necesitaba derretir ese hielo que la invadió al sentir encima suyo ese cuerpo desconocido que se movía mecánicamente, que lastimaba el recuerdo más hermoso y amargo de su vida.
El calor del coñac se  le fue metiendo  quemándola como el fuego de aquel fogón, de aquellos ojos que debió guardar y dejar quieto en su memoria.
“Perdón si me ven lagrimear los recuerdos me han hecho mal”      


Alicia Sánchez Ubios.  

1 comentario:

  1. Muy buen trabajo, sólo una opinión creo que quedaría mejor si vas estableciendo un diálogo cada tanto entre el intertexto (la carta) y la voz de la narradora. De todas maneras la carta, la letra de tango son un intertexto adecuado para la historia.

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