jueves, 28 de septiembre de 2017

Cuestión de tiempo



Cerró el libro y lo dejó sobre la mesa. Fue al jardín y se distrajo observando el Ginko Biloba. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas rojizas y caían en la fuente de piedra.
Caminó hacia la entrada de la casa. El viento levantaba tierra sobre la calle desierta. A lo lejos divisó un bulto que se movía. Oscuro, entre una nube cenicienta se acercaba el viejo Fort con su ruido inconfundible.
El viejo Tomás manejaba con el brazo apoyado en la ventanilla. Como todos los lunes traía la correspondencia.
-¿Todavía sigue aquí? –le preguntó.
- Todavía no me decido-le respondió Fito Pérez.
-Ya van para diez años que los demás se fueron.
No sabía si le molestaba más el tiempo transcurrido o que el viejo Tomás se lo recordara.
- No tengo apuro. Ya me voy a decidir.
-¡Míreme a mí! tampoco me decido, en todo este tiempo se me cayó el pelo y me estoy empezando a olvidar de las cosas.
-A mí eso no me importa. En cada carta ellos dicen que me esperan-evocó Fito.
-Desde hace como cinco meses que  no le traigo ninguna.
-¿Le parece que ha pasado tanto tiempo? – la expresión de duda se le marcó en la cara.
-Me parece que a usted también le está fallando la memoria, pero esta vez tuvo suerte-le contestó el viejo Tomás al mismo tiempo que le entregaba un sobre blanco.
Facundo entró a la casa y dejó la carta sobre la mesa. Ya tendría tiempo para leerla.
Mientras se preparaba la comida le vino a la memoria lo que había leído. Fue a buscarlo y leyó en voz alta:

Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Chuang Tzu que había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa que soñaba ser Chuang Tzu.

Apoyó el libro y se quedó pensado: ¿Y si los diez años transcurridos habían sido un sueño? ¿Si la carta de los otros fuese una atadura para crearle una esperanza que jamás se concretaría?

Mejor esperar. El tiempo era cuestión de otros. Los que dependían del almanaque. Esos que se habían marchado hace diez años y seguramente habían envejecido. Los que creían que mandándole una carta él soñaría con el reencuentro.

Ester Monke

1 comentario:

  1. Muy buen trabajo, aparece el intertexto del microrrelato japonés como un disparador de toda la historia, hay mucho no dicho pero crea un clima especial, reforzado por la pequeña historia. Una realidad escurridiza como un sueño, un sopor que detiene el tiempo y la espera. Un reencuentro que se prolonga indefinidamente.

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