Dos ancianos en el supermercado
-¿Estás
seguro?
-Te
lo afirmo.
-¿Quién
te lo dijo?
-Lo
escuché en el noticiero.
Este breve diálogo lo oí de dos
ancianos en la cola del supermercado. Si tuviera que suponer o conjeturar, lo
podría relacionar con cualquiera de las noticias reiteradas que pasan en los
canales de televisión.
Inventé nombres, los describí e hice intervenir
a la cajera.
-¿Estás
seguro?-dijo Clemente, ladeando la cabeza como si no escuchara bien y empujó
con el pie el canasto de plástico rojo.
-Te
lo afirmo, ¿me explico?-el rictus en la boca de Ernesto delataba amargura. Sacó
la billetera del bolsillo de atrás del pantalón de vestir.
-¿Quién
te lo dijo? –los ojitos se le habían achinado por las arrugas y dos lágrimas
rodaron por la cara. Se sopló la nariz
con un pañuelo descartable.
-Lo
escuché en el noticiero ¿me explico?– esa afirmación era ley para los dos. Ese
aparato se había convertido en juez y castigo.
La cajera le extendió el ticket y
dijo:
-Son
650$
-¿Qué
me dijo?-preguntó Clemente.
-650$-repitió
la chica con remera roja.
-Ya
no se puede ni comer-protestó y le pagó con 700$
El dialogo continuó:
-¿Vas
a ir a las bochas?-preguntó Ernesto.
-¿Qué
bochas? Desde que se murió Alfonso nadie se ocupa de limpiar la cancha y con
esta lluvia es imposible.
-¿Querés que te lleve hasta
tu casa?
-Bueno, si me hacés el
favor.
-Yo siempre salgo en el
auto, mientras me renueven el carnet una vez al año lo haré. Tengo el manguito
rotador jodido.
-Y yo la cadera.
La cajera llama al dependiente para que los ayude con las bolsas.
-¡Faltaba más!-protestó
Ernesto y salió con una bolsa en cada mano empujando la puerta con el hombro.
Se oyó un quejido y la mano derecha se abrió dejando caer la bolsa con todos
los comestibles.
-Le dije abuelo que podía ayudarlo-
el dependiente juntaba las cosas del piso y Ernesto protestaba que él no era
abuelo de nadie.
Entre Clemente y el
muchacho lo subieron al auto.
-No puedo mover el brazo,
vas a tener que manejar vos.
-¡Pero si yo no tengo
carnet!-exclamó Clemente.
-Vos manejá… haceme caso
en este pueblo a los viejos ni nos ven.
Jessica, una profesora universitaria de
informática, más bien estirada, se detiene en una gasolinera en algún lugar
remoto. Mientras rellena el depósito, Alvin, el empleado, se acerca a ella. Es
poco culto (aunque no necesariamente espeso) y, al estar aburrido y ser
simpático, quiere establecer una conversación. Jessica preferiría no charlar
pero tampoco quiere alejar a Alvin porque desea pedirle que le diga cómo llegar
a algún restaurante cercano cuya comida no sea demasiado grasienta.
-Hola
¿me podrías informar de un restaurante?- pregunta Jessica mientras rellena el
depósito de su automóvil.
-¡Ajá! Con que con hambre la señorita. Tengo mortadela y
salame en la oficina.
-Preferiría
comer vegetales. ¿Hay algún lugar por la zona?
-Digamos
que como a un kilómetro hay un Madonald, venden unas hamburguesas para chuparse
los dedos.
-Iré.
Para mi suerte también hay ensaladas.
-
Dentro de diez minutos me relevan y se me pinchó la rueda de la bici ¿me podría
llevar hasta ahí?
-Tengo
poco tiempo. Debo llegar a la universidad.
-¡Digamos
que si iba a parar para lastrarse una ensalada puede dejarme en el
Madonald!-protestó Alvin.
-Ya
llené el tanque, cobrame-le extiendió la tarjeta de débito. Mientras
Alvin la pasa por el posnet llega una moto.
-Ya llegó el Braian. Ahora no me
puede decir que no ¿Verdad?
-Está bien. Te alcanzo.
Durante el trayecto Alvin hablaba y
hablaba.
-Hace un año que laburo
en la Shell. No me gusta andar todo el día con olor a nafta pero, digamos… que
es un buen sueldo. Te puedo invitar en el Madonald. Todo con seriedad. Es un
cambio: viaje por comida. Yo me lastro la hamburguesa y vos lo que quieras. La
cosa es que no quiero pasar por un manguero o sea por un pedigüeño. Soy un
laburante que puede convidar a una chica linda como vos.
-Gracias.
-¿En qué laburas vos?
-Soy profesora
universitaria de informática.
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