lunes, 18 de diciembre de 2017

Informe - Ignacio Falconi

Los temas abordados en los textos son variados, entre ellos el amor, la amistad, la muerte. El tema de la muerte se repite en dos de los textos, aunque el abordaje es diferente: en uno de ellos es el destino irremediable del personaje (consigna 2); mientras que en el otro es tratada desde el punto de vista de la eternidad, resaltando en ese contraste su importancia para la vida  de una persona (consigna 9).
Prevalecen los cuentos cortos, y esto es una búsqueda personal. Si bien me gusta leer novelas, encuentro mucho más interesantes los relatos breves. Por eso mismo, intenté darle a cada historia la intensidad suficiente como para sea entendible e interesante en poco espacio.
El vocabulario utilizado es simple. Aunque por momentos he utilizado recursos poéticos, siempre intento ser lo más claro posible. Esto también es una elección personal, ya que no creo que una historia pueda emocionar por las palabras que se utilizan, sino por la forma en que es contada.
Los tiempos verbales varían entre pasado y presente. En algunos relatos se cuentan historias utillizando el pasado en su totalidad (consigna 2 y 4)  y otras están estructuradas totalmente en presente (consigna 9). En las consigna 5 y 6 -serie 1- se utilizan ambos tiempos verbales, pasando del relato al diálogo.
Generalmente he escrito las historias en forma lineal y cronológica, aunque también he utilizado el recursos de relato circular en dos ocasiones (consigna 2 y 4). Este me pareció un recurso grandioso, ya que refleja el ciclo de la vida y de las relaciones.
El narrador cuenta específicamente lo necesario, como consecuencia también de la elección por la brevedad. Trato generalmente de no adornar demasiado los textos con comentarios innecesarios que no agregan información valiosa.
Los tipos de narradores utilizados son variados, aunque puede verse una leve inclinación a la utilización del narrador omnisciente. En cuanto a los puntos de vista, generalmente es el del personaje narrador, o cómo se mencione líneas atrás, el del narrador omnisciente.
En cuanto a las frases de inicio, sinceramente nunca le he prestado demasiada atención, ya que generalmente me es difícil poder comenzar, entonces al imaginar una idea suelo escribir lo máximo posible, para posteriormente revisar los detalles y tratar de emprolijarlos. En cambio, sí le presto atención a los finales, ya que me gustan que tengan un impacto en el lector y que los deje pensando. Quizás debería revisar esto para tratar de encontrar un equilibrio y que el desarrollo del relato sea maś armónico.
Haciendo referencia a los títulos, generalmente intentan completar los relatos, tratando de guiar al lector hacia el significado que quiero darles. De todas maneras, suele ser una elección que no me toma mucho tiempo.
El suspenso no es demasiado abordado en los relatos, quizás como consecuencia de darle demasiada importancia al final del mismo en desmedro del desarrollo. Esto es claramente algo a mejorar.
Por último, puedo decir que las estructuras suelen ser sencillas (introducción-nudo-desenlace), pero también he utilizado en más de una oportunidad el relato circular, que ha sido uno de los que mas me ha impresionado.






Autoevaluación - Ester Monke




1.     Los temas que se abordan tiene que ver con lo íntimo, lo que no se dice y queda supuestamente comprendido. La injusticia.
En Cuestión de tiempo: la vida se detiene y el protagonista está a la espera de algo difuso.
Rogad por nosotros: habla del acostumbramiento, una sociedad que se somete esperando un milagro.
El monedero: un objeto que aparece después de mucho tiempo y trae recuerdos.
Un cosquilleo extraño: habla sobre los límites y la falta de identidad en una familia, la valorización de lo visual y la fantasía.
Globos en la noche: manipulación y la mujer objeto.
2.     Son cuentos cortos.
3.     El vocabulario es variado.
4.     Prevalece el tiempo pasado. Verbos simples.
5.     Escritos en forma lineal.
6.     El recurso argumental Macguffin se revela en el micrrelato: El monedero, un objeto que tiene la historia y la presencia del pasado. Aunque no lo había puesto en la lista.
7.     No abuso de las explicaciones. Los personajes hablan solo lo necesario.
8.     Salvo en: Un cosquilleo extraño que está narrado en primera persona. Los demás es el narrador omnisciente.
9.     Puede ser punto de vista infantil en el habla de una adolescente en: Un cosquilleo extraño. No utilizo la voz de un animal.
10.  Creo que una frase en consecuencia de la otra. Se podrían cambiar los comienzos pero eso llevaría a otro cuento. Los finales son abiertos y creo que no los cambiaría.
11.  Los títulos complementan la historia.
12.  Creo que manejo el suspenso de una manera sutil. El cuento va avanzando como una flecha hacia el blanco o punto final.
13.  Tiene una estructura clásica: introducción/nudo/ desenlace.
14.   Para escribir un cuento, en mi caso tiene que haber un disparador. Puede ser una situación, el lenguaje entrelineas, lo no dicho. Las imágenes son de inspiración.


Auto evaluación - Miriam Alvarez


 Taller de escritura creativa – Biblioteca del Congreso de la Nación – Año 2017

No completé la entrega de trabajos de todas las consignas: faltó entregar un trabajo de imágenes y la consigna de diálogos.
Los temas que frecuenté en el corpus de mis cuentos analizados son: el paisaje de la tierra en la que vivo, el hombre de la zona y su soledad; la pobreza; lo no dicho en las historias familiares; la necesidad de libertad y la muerte.
Siempre se trató de cuentos cortos, que como bien me hiciera notar la profesora de taller, podrían ser asimilados como poemas, en algunos casos. Destaco el recurso de trabajar la teoría de Piglia (una historia dentro de otra historia), emplear el tiempo presente, la primera persona (en cualquier género) y ser bastante lineal y breve en todos los relatos. No pude darle “buena forma” al relato circular (sigue siendo un tema pendiente).
Creo lograr buenos finales o remates. Nunca adelanto el final y los títulos son breves y dejan un espacio abierto.
Como conclusión puedo decir que tuve las herramientas (mucha bibliografía y guías) y las precisas devoluciones de la profesora, para poder aprovechar esta experiencia de taller y decir que: escribí cuentos. Tarea compleja, arriesgada, comprometida. Más allá de un análisis estrictamente literario es muy importante para mí haber emprendido este desafío.


Miriam Alvarez    

jueves, 7 de diciembre de 2017

Cuidado con lo que deseas

-Dios, yo quiero ser eterno. La muerte es una injusticia.
-Hay cosas que es mejor no conocer hijo.
-Yo quiero ser eterno, lo exijo.
-Bien, si es lo que deseas así será. Ahora eres eterno.
-Pero...me has arruinado la vida.

Ignacio Falconi

miércoles, 8 de noviembre de 2017

Microrrelatos

Banquete mágico

 El mago hace desaparecer a su esposa molesta con un chasquido de dedos. A  los contratiempos pasajeros los esconde en la galera con un toque de varita y a los problemas reales se los da de comer a un conejo blanco.

Excursión arbórea

Cada vez que ella se extendía en su oratoria, el esposo buscaba el serrucho y podaba  los árboles más discursivos.

Sin cambio

Quise comprar una vida pero nadie tenía vuelto para mi billete

Rita Asin

Diálogos




Dos ancianos en el supermercado

          -¿Estás seguro?
-Te lo afirmo.
-¿Quién te lo dijo?
-Lo escuché en el noticiero.
Este breve diálogo lo oí de dos ancianos en la cola del supermercado. Si tuviera que suponer o conjeturar, lo podría relacionar con cualquiera de las noticias reiteradas que pasan en los canales de televisión.
Inventé nombres, los describí e hice intervenir a la cajera.

          -¿Estás seguro?-dijo Clemente, ladeando la cabeza como si no escuchara bien y empujó con el pie el canasto de plástico rojo.
          -Te lo afirmo, ¿me explico?-el rictus en la boca de Ernesto delataba amargura. Sacó la billetera del bolsillo de atrás del pantalón de vestir.
          -¿Quién te lo dijo? –los ojitos se le habían achinado por las arrugas y dos lágrimas rodaron por la cara. Se sopló  la nariz con un pañuelo descartable.
          -Lo escuché en el noticiero ¿me explico?– esa afirmación era ley para los dos. Ese aparato se había convertido en juez y castigo.

La cajera le extendió el ticket y dijo:
          -Son 650$
-¿Qué me dijo?-preguntó Clemente.
          -650$-repitió la chica con remera roja.
          -Ya no se puede ni comer-protestó y le pagó con 700$

El dialogo continuó:
          -¿Vas a ir a las bochas?-preguntó Ernesto.
          -¿Qué bochas? Desde que se murió Alfonso nadie se ocupa de limpiar la cancha y con esta lluvia es imposible.
          -¿Querés que te lleve hasta tu casa?
            -Bueno, si me hacés el favor.
            -Yo siempre salgo en el auto, mientras me renueven el carnet una vez al año lo haré. Tengo el manguito rotador jodido.
            -Y yo la cadera.

La cajera llama al dependiente para que los ayude con las bolsas.
            -¡Faltaba más!-protestó Ernesto y salió con una bolsa en cada mano empujando la puerta con el hombro. Se oyó un quejido y la mano derecha se abrió dejando caer la bolsa con todos los comestibles.
            -Le dije abuelo que podía ayudarlo- el dependiente juntaba las cosas del piso y Ernesto protestaba que él no era abuelo de nadie.
            Entre Clemente y el muchacho lo subieron al auto. 
            -No puedo mover el brazo, vas a tener que manejar vos.
            -¡Pero si yo no tengo carnet!-exclamó Clemente.
            -Vos manejá… haceme caso en este pueblo a los viejos ni nos ven. 



Jessica, una profesora universitaria de informática, más bien estirada, se detiene en una gasolinera en algún lugar remoto. Mientras rellena el depósito, Alvin, el empleado, se acerca a ella. Es poco culto (aunque no necesariamente espeso) y, al estar aburrido y ser simpático, quiere establecer una conversación. Jessica preferiría no charlar pero tampoco quiere alejar a Alvin porque desea pedirle que le diga cómo llegar a algún restaurante cercano cuya comida no sea demasiado grasienta.
-Hola ¿me podrías informar de un restaurante?- pregunta Jessica mientras rellena el depósito de su automóvil.
-¡Ajá! Con que con hambre la señorita. Tengo mortadela y salame en la oficina.
-Preferiría comer vegetales. ¿Hay algún lugar por la zona?
-Digamos que como a un kilómetro hay un Madonald, venden unas hamburguesas para chuparse los dedos.
-Iré. Para mi suerte también hay ensaladas.
- Dentro de diez minutos me relevan y se me pinchó la rueda de la bici ¿me podría llevar hasta ahí?
-Tengo poco tiempo. Debo llegar a la universidad.
-¡Digamos que si iba a parar para lastrarse una ensalada puede dejarme en el Madonald!-protestó Alvin.
-Ya llené el tanque, cobrame-le extiendió la tarjeta de débito. Mientras Alvin la pasa por el posnet llega una moto.
-Ya llegó el Braian. Ahora no me puede decir que no ¿Verdad?
-Está bien. Te alcanzo.
Durante el trayecto Alvin hablaba y hablaba.
            -Hace un año que laburo en la Shell. No me gusta andar todo el día con olor a nafta pero, digamos… que es un buen sueldo. Te puedo invitar en el Madonald. Todo con seriedad. Es un cambio: viaje por comida. Yo me lastro la hamburguesa y vos lo que quieras. La cosa es que no quiero pasar por un manguero o sea por un pedigüeño. Soy un laburante que puede convidar a una chica linda como vos.
            -Gracias.
            -¿En qué laburas vos?
            -Soy profesora universitaria de informática.

            -¡Además de linda sos inteligente! No creas que me voy a tirar con vos, ganas no me faltan pero no soy un degenerado, quédate tranquila. O sea que soy un buen tipo. Mirá allá adelante esta el Madonald. ¡Lástima que llegamos tan rápido! ¿no?

Ester Monke

El sánguche

Se estaba haciendo de noche, y Jessica pensó que sería buena idea cargar nafta antes de llegar al hotel, y así salir a primera hora de la mañana hacia Buenos Aires. Había pasado un día largo dando conferencias en el Congreso de Derecho Societario, y estaba exhausta y hambrienta.
A los pocos minutos divisó una pequeña estación de servicio al costado del camino y se detuvo. Parecía bastante modesta, pero no había demasiadas opciones en la zona y quería acostarse temprano.
Al acercarse el empleado de la estación de servicio Jessica le pidió que le llenara el tanque.

-¿Viene del Congreso de bogas, doña? - le dijo Alvin, el empleado de la estación.
- ¿Perdón? -  dijo Jessica, no porque no entendiera lo que quiso decir, sino más bien sorprendida por la forma en qué se dirigía a ella. - Si, vengo del Congreso.
- Se nota por la pinta - dijo Alvin -  Acá no viene mucha gente bien vestida ¿vio? Bah, no viene mucha gente directamente .
- Claro, entiendo. Es un pueblo chico. - Dijo Jessica un poco incómoda. No quería ser grosera pero no estaba de buen humor. - ¿Me podría recomendar algún lugar dónde comer algo por acá cerca, por favor?
- Si quiere yo vendo unos sanguches de milanesa que preparo yo mismo, doña. Si me aguanta un cacho que termino de cargarle le traigo uno. Los tengo ahí adentro de una heladerita. -  dijo Alvin mientras señalaba una conservadora vieja y bastante sucia.
- Le agradezco, pero soy celíaca. - dijo Jessica.
- Ah, mire usted doña. Yo soy católico, no voy mucho a misa pero mis viejos me bautizaron.
- No, quiero decir que tengo prohibido comer harinas.
- ¿Pero qué religión es esa, doña? Yo no puedo comer pescado en semana santa, pero a veces un salamito me permito.
- No, es una enfermedad señor, pero no importa. Le agradezco de todas maneras.
- Y bueno, el salamito también hace mal, doña. Pero acá hacen unos que son un manjar, si hace un par de cuadras hay un ranchito dónde los puede comprar. Pídale pan casero, no se va a arrepentir  doña.
- Bueno, gracias. Lo voy a tener en cuenta. ¿Cuánto sería todo? - dijo Jesica mientras sacaba la billetera apurada.
- 647 pesos, doña. Y le envuelvo un sanguchito de regalo. -  dijo Alvin mientras caminaba hacia la heladerita.
- No, está bien señor. Tome, quédese con el cambio.
- Lléveselo, hágame caso, doña. No se va a olvidar más de este sánguche, los mejores de la zona garantizado. Vuelva cuando quiera, hasta luego.
- Bueno, gracias. Hasta luego. 


Mientras conducía hacia el hotel, Jessica pensó dónde tiraría ese paquete grasiento que llevaba arriba de la guantera, y cuánto tiempo iba a durarle el olor a frito arriba del auto. Lo que no imaginó es que esa sería su cena, y quizás lo mejor del viaje.

Ignacio Falconi.

lunes, 6 de noviembre de 2017

Terapia en la fosa


Julieta, reconocida psicóloga de la  ciudad de Rosario emprende  camino rumbo a Cañada de Gómez para dictar un curso sobre violencia de género. A pocas cuadras de salir, advierte un ruido raro en su coche, fiel, aunque con muchos kilómetros recorridos. Logra detenerse en un taller que encuentra a su paso y comienza a dialogar con un muchacho musculoso  que se presenta como el encargado .
-Tengo un día muy agresivo, necesito un shock reparador.-
-¿Probó activar la válvula de alivio?-
-No es conveniente en esta etapa de carencia-
-Si le parece, le provoco un arranque en caliente y reviso la batería.
-Ya le apliqué una batería de tests y los percentiles fueron positivos.
- La polaridad positiva daña la bobina y requiere un sensor.
- Pero su líbido aumenta con sensaciones efectivas. Eleve su autoestima con algún elogio, por favor.
-Lo lamento , pero una máquina tan desvencijada no puede hacer florecer ni a un árbol de leva-
- Le va a provocar un trastorno de identidad.
- No creo, aunque tiene arrastre, sus caballos de fuerza son insuficientes.
- ¿Asegura usted la aparición de un trauma equino?-
- De ninguna manera, usted carbura demasiado mis deducciones y recarga el fusible.
- Hacerme un lapsus para venir al taller me ocasiona una depresión que debo superar.-
-Si prefiere la coloco en la fosa y reviso minuciosamente su mariposa-
-Con tremendo abordaje mi ansiedad comienza a desbordarse.-
-No se preocupe, coloco el freno de mano, y la encandilo con estos faroles de cielo que heredé de mamá.-
- No salga ahora con el complejo de Edipo-
- y usted no escape, ni amortigüe esta revisación  que debería ser de rutina.-
Cuando el circuito de alimentación estuvo reparado, la relación se puso a andar con la marcha mínima sin fobias ni apegos siguiendo la corazonada de una bujía que suspiraba repleta de aceite.

                                                                                                      Rita Asín

viernes, 20 de octubre de 2017

Tincho Polietileno (el Martín Fierro del Siglo XXI)

Aquí me pongo á tuitear
de forma más bien violenta
que el hombre que no comenta
algún hecho estraordinario
será acusao de ordinario
como canapé de polenta.

Pido a los amigos del féibu
no me dejen en el olvido
si siempre que como convido
aunque de plata esté croto
pero ayer salí y no saqué foto,
fue como si no hubiera ido.

Tampoco en el Instagram,
hay lugar para matice',
no es que comamos perdice',
pero aunque seamos desgraciado',
o bastante poco agraciado',
por lo menos parecemos felice'.

Hasta acá nomás les cuento,
la historia de las redes sociale',
dónde todos son especiale',
y siempre se están riendo,
parecen que están viviendo
adentro de los comerciale'.

Ignacio Falconi.

sábado, 14 de octubre de 2017

El encuentro

Venía caminando por la costa cuando vi el zapato. Se notaba que era viejo pero tenía pinta de haber visitado lugares mejores. Me imaginé a la mujer que los habría usado en sus mejores tiempos, vestida de largo y con una bebida en la mano. 
Quizás acompañando a un gran empresario en una velada de caridad, rodeada de ricos que entregan el cambio para calmar un poco la culpa
.


Me la imaginé también confundida, planteándose una y mil veces si ese era su lugar, si la gente que la rodeaba tenía algo que ver con ella. La pensé imaginándose a sí misma en otro lugar, tal vez como un mecanismo de defensa, o una vía de escape, o simplemente una luz de esperanza.

La vi también incómoda entre tantas comodidades, buscando algún argumento para justificarse, o pensando sino será mejor hacerle caso a ese fuego interior que cada vez quema más.

Me la imagino después escapando, pensando mientras escapa que escapar siempre es lo más fácil. La siento esta vez perdida, pero perdida como paso necesario para encontrarse.


La veo ahora poniéndose el zapato y caminando por la costa, imaginándose a sí misma en otro lugar.

Ignacio Falconi

lunes, 9 de octubre de 2017

Cola de caballo


¡Mamá mala! ¡Mamá mala! Esas palabras te las dije cada vez que me llamabas para que me sentara en tus rodillas porque me querías peinar y la tía y la abuela repetían la misma frase siempre: “las niñas buenas se peinan en cuanto se levantan” pero era por las noches cuando tenía que despeinarme y sentía que la cabeza me dolía y una noche la tía me ayudo a desarmar las trenzas y me dijo que lo que me dolía era el cuero cabelludo y como no sabía que significaba le pregunte a mi prima pero tampoco sabía porque a ella no le duele la cabeza como me duele a mí.
Duele, sabes que duele pero no te importa y todas las mañanas haces lo mismo, no sé si la abuela te hacía lo mismo y por eso me lo haces también a mí. Todas las mañanas es lo mismo, es una verdadera tortura dijo la tía una vez y siempre parezco una muñeca o una princesa de esas que salen en las películas después de cada peinado nuevo que inventas en mi cabecita y con el moño que nunca falta.  Maquillarse no duele, muchas mujeres se maquillan y eso no duele porque no veo que lloran, vos te maquillas y la abuela también, yo quiero aprender pero no me quieren enseñar, son malas las dos. La tía vio las veces que jugué con tu bolsa de cosméticos y después me retaste y la abuela solo reía por los dibujos que hice en la pared y te acordás la vez que la saque a la abuela sus pinturitas y a la princesa Sofía la deje como a las señoras de las revistas, no comprenden que también me quiero maquillar, ya soy grande para eso y ustedes no me dejan crecer y no aceptan que ya no uso pañales y voy al baño solita, no soy más una bebé.
A mí no me importa y no quiero más trenzas no me gustan, me quiero cortar el pelo mamá, cuando vaya con la abuela a la peluquería te voy a sorprender y me voy a cortar bajito como tiene la abuela. Quiero que mi pelo sea libre, que vuele cuando corra en el parque o cuando juegue en la hamaca, si me dejas andar descalza en la arena porque no dejas que mi pelo sea libre, papá y vos siempre hablan de libertad y no sé bien que quiere decir eso todavía pero mi pelo largo y suelto es como una capa de superhéroe de los muñecos que cuida mi cabecita mami.

Ayer cumplí nueve años y ojalá hoy me peinaras mami, extraño mi capa de superhéroe y ver a la abuela a y la tía, quiero volver a pisar descalza la arena y jugar en casa con mi prima, lloro todas las noches porque no tengo más mi pelo para desarmar las trenzas que antes me hacías, escucho que vos también lloras pero vos tenés pelo mami, espero me sigan queriendo así como yo quiero a mi muñeca que hoy se parece mucho a mi…

José García

Ella






La ceremonia es en el mar – se repetía todas las tardes para tomar coraje.
Pero el mar estaba demasiado lejos y el río era la única posibilidad.
No le convencía rendir culto en el lugar equivocado. Ya le habían advertido que Ella era tan poderosa como irascible y su leyenda, como madre del mar, no era para tomar a la ligera.
Aunque este río ancho, tiene un movimiento que, mirado con buenos ojos podría semejarse a las olas del mar – pensó, tratando de convencerse que su decisión era la adecuada para esa divinidad de aguas saladas.
No podía demorar más: esa noche iría al río.
Se puso su túnica blanca, tomó la canasta que llenó con unos jazmines de su jardín, miró la luna llena y salió con paso firme.
Si no vuelve con esto, me voy a la bruja de la otra cuadra – dijo, sin mucha convicción, porque ese conjuro le saldría muchísimo más caro..
Llegó al río, cerró los ojos, caminó aguas adentro y un sonido profundo y una luz intensa invadió todo el lugar.
Una voz le gritó desde las profundidades del agua barrosa y ella sintió la fuerza de la divinidad empujándola y haciéndola girar.
Es Ella – pensó y en ese trance se desvaneció.
Unos minutos después volvió en sí y una voz masculina le preguntó:
- Señorita, ¿está bien?. ¿Qué locura intentaba hacer?  Ya llega la ambulancia.
Estaba en la cubierta de la lancha de Prefectura y un oficial la asistía cubriéndola con una manta.
Lo miró confusa y supo que Ella la había ayudado. Que el río funcionó. Que ya no tendría que ir a la bruja de la otra cuadra.

Miriam Alvarez


jueves, 28 de septiembre de 2017

La remera


El primer día que vi a mi papá buscando esa porquería de remera fue cuando regresamos con mamá de la casa de la abuela Marta. Le empezó a gritar, como echándole la culpa, hasta que mamá se largó a llorar y nos fuimos de nuevo.
Al poco tiempo mi tío Mario me llevó de visita, y lo encontramos a Papá abajo de la cama. Ni bien entramos al cuarto empezó a gritar:
-¡Mario! ¡¿No viste mi remera?! La azul marino y amarillo con la marca “Sevel” en el medio. ¡Tenía el número 4 del Chiche Soñora! No la puedo encontrar, hace como tres semanas que no la encuentro. La necesito ahora. ¡Yaaaa!!!
-¿De qué remera hablas Jorge? ¿Estás tomando la medicación? Acá vine con Pablito que te quiere ver un rato -le dijo mi tío-.
Pero ni se dio cuenta que yo estaba ahí, me saludó como mirando arriba del ropero. Nos quedamos viéndolo un rato mientras buscaba, no podíamos entender la desesperación que tenía por esa remera. Estaba mucho más flaco que cuando vivíamos todos juntos, para mi no estaba comiendo bien.
Cuando volvimos a la casa de mis abuelos mi mamá me estaba esperando con la remera en la mano, y creo que fue la alegría más grande mi vida. La verdad que era una remera horrible, toda gastada. El número ya estaba descosido, y tenía olor al ropero de mi abuela. Ahí nomás le pedí al tío Mario que me llevara para la casa de mi papá, estaba seguro de que se iba a poner re contento, y si tenía ganas a lo mejor podíamos jugar un ratito en la plaza.
Pero ni bien entramos con la remera lo vimos arrodillado en el piso como resignado. Le mostré la remera y la miró pero como sin mirar. Me acerqué un poco más y vi unos agujeros en el piso, un martillo y una sierra. Desde abajo empecé a escuchar los gritos de Jorge, el vecino, que estaba diciendo un montón de malas palabras, y de fondo el ruido de unas sirenas.
Golpearon la puerta y entraron unos señores vestidos de blanco, y el tío Mario me dijo que a mi papá se lo iban a llevar al hospital porque no se sentía muy bien.
Antes de subir a la ambulancia me acerqué a saludarlo, me pidió que acerque mi oído a su boca y me susurró: 

-Escondé esa remera Pablo, escondela ya.


Ignacio Falconi




Como dos extraños



Marisa vuelve a su casa, Camina lenta. Sus piernas le pesan  como si todos esos años de
espera y esperanza que acaban de derrumbarse hubieran depositado sus escombros en ellas.
Cuánto tiempo buscándolo, cuántas oportunidades de ser feliz truncadas por ese recuerdo. Abre la puerta y se descalza. Se acuesta en el sofá  con las piernas hacia arriba, Mete la mano en el bolsillo de su abrigo y saca ese papel que escribió hace unos años y que por suerte no le llegó a entregar a esa grotesca  copia deformada y desgastada del hombre que ocupó sus sentimientos durante .tanto tiempo.Lo lee con la intención de que esa sea la última vez que recuerde ese verano en que se amaron.           
“Tus ojos resplandecían tras las llamas. El fuego atraía nuestras miradas. Tus ojos me atraían más que el fuego. Al verte algo en mi se fue encendiendo, quemando dulcemente mi interior.
Pasión que arde como el fuego que se aviva cada noche en el fogón.  Miro el fuego y te recuerdo quemándote conmigo aquel verano de cuerpos jóvenes, ansiosos  de buscarse y encontrarse. Promesas compartidas que anunciaban un reencuentro burlando la distancia y el frío invierno que nos separarían por un tiempo....
El verano terminó y el fuego se fue con vos. Una llama escondida en mis sentidos  siguió viva. Verano tras verano te buscó en aquel lugar adonde, olvidando tus promesas, no volviste más.
Sigo buscándote, quiero encontrarte, y en cada desencuentro parte de mi alma se consume, como las hojas secas de aquel fogón.
Aún conservo una llama latente que te espera, ninguno con su amor pudo elevarla del modo en que la elevaste vos. No hubo en mi interior más veranos, sólo tibias primaveras que calmaron el frío de tu ausencia.
Ausencia cruel que se robó la alegría que era mía.
Debería odiarte, y sin embargo…”
Y sin embargo “te busqué, creyéndote mi salvación” chan chan. En su cara se dibuja una sonrisa gélida una mueca burlona por esa eterna búsqueda que terminó frente a él  “Y ahora que estoy frente a ti, parecemos ya vez  dos extraños”. Lo cierto es que apenas pudo disimular su decepción frente a ese sujeto, a ese diálogo vacío, a las evidentes mentiras que salían de su boca, Quiso salir corriendo y no pudo, cómo renunciar así nomás a ese encuentro tan añorado, quizás en algún momento apareciera una chispa de ese fuego.
Marisa se levanta, las lágrimas se deslizan por sus mejillas, se dirige al bar, todavía queda media botella del coñac que le regaló a Ernesto, su última pareja. Pobre Ernesto nunca logró que lo acompañara con una copa  en ese momento que tanto disfrutaba al llegar del estudio. Pero ahora la necesitaba. Necesitaba derretir ese hielo que la invadió al sentir encima suyo ese cuerpo desconocido que se movía mecánicamente, que lastimaba el recuerdo más hermoso y amargo de su vida.
El calor del coñac se  le fue metiendo  quemándola como el fuego de aquel fogón, de aquellos ojos que debió guardar y dejar quieto en su memoria.
“Perdón si me ven lagrimear los recuerdos me han hecho mal”      


Alicia Sánchez Ubios.  

Cuestión de tiempo



Cerró el libro y lo dejó sobre la mesa. Fue al jardín y se distrajo observando el Ginko Biloba. Los rayos del sol se filtraban entre las hojas rojizas y caían en la fuente de piedra.
Caminó hacia la entrada de la casa. El viento levantaba tierra sobre la calle desierta. A lo lejos divisó un bulto que se movía. Oscuro, entre una nube cenicienta se acercaba el viejo Fort con su ruido inconfundible.
El viejo Tomás manejaba con el brazo apoyado en la ventanilla. Como todos los lunes traía la correspondencia.
-¿Todavía sigue aquí? –le preguntó.
- Todavía no me decido-le respondió Fito Pérez.
-Ya van para diez años que los demás se fueron.
No sabía si le molestaba más el tiempo transcurrido o que el viejo Tomás se lo recordara.
- No tengo apuro. Ya me voy a decidir.
-¡Míreme a mí! tampoco me decido, en todo este tiempo se me cayó el pelo y me estoy empezando a olvidar de las cosas.
-A mí eso no me importa. En cada carta ellos dicen que me esperan-evocó Fito.
-Desde hace como cinco meses que  no le traigo ninguna.
-¿Le parece que ha pasado tanto tiempo? – la expresión de duda se le marcó en la cara.
-Me parece que a usted también le está fallando la memoria, pero esta vez tuvo suerte-le contestó el viejo Tomás al mismo tiempo que le entregaba un sobre blanco.
Facundo entró a la casa y dejó la carta sobre la mesa. Ya tendría tiempo para leerla.
Mientras se preparaba la comida le vino a la memoria lo que había leído. Fue a buscarlo y leyó en voz alta:

Chuang Tzu soñó que era una mariposa. Al despertar ignoraba si era Chuang Tzu que había soñado que era una mariposa, o si era una mariposa que soñaba ser Chuang Tzu.

Apoyó el libro y se quedó pensado: ¿Y si los diez años transcurridos habían sido un sueño? ¿Si la carta de los otros fuese una atadura para crearle una esperanza que jamás se concretaría?

Mejor esperar. El tiempo era cuestión de otros. Los que dependían del almanaque. Esos que se habían marchado hace diez años y seguramente habían envejecido. Los que creían que mandándole una carta él soñaría con el reencuentro.

Ester Monke